"Yo creo que el que se va lucha hasta las últimas consecuencias para mantenerse donde está. Si ha logrado algo, se siente a gusto. Simplemente venía de vacaciones, disfrutaba de la familia y de los amigos, tomaba mis dosis de dulce de leche, mate y asado, y me volvía a España", dice. Es ingeniero en Hidráulica (UNT), tiene 45 años, y una familia con dos hijas de nacionalidad española. Como otras veces, a fin de año Rubén Brandán se preparó para venir a Tucumán para visitar a su familia. Pero un día antes del viaje le avisaron que se había quedado sin trabajo. Ahora está en la disyuntiva de quedarse allá como "parado" o volver. A mitad de camino entre el acento madrileño y el tucumano, Brandán pinta el panorama. "Muchos argentinos se están volviendo. Sobre todo los que trabajan en la construcción; hasta hace cuatro años se trabajaba mucho. Rajoy llega con crisis gorda, con cinco y pico millones en el paro (desocupados)", señala sin eufemismos.

Primeros regadíos

Brandán se recibió en la UNT, trabajó tres años aquí, y con una beca del Ministerio de Fomento español hizo un magíster en Ingeniería de Regadíos. En esa misma época obtuvo otra beca argentina y emprendió en Cantabria un magíster en Ingeniería Sanitaria y Medioambiental. "En 1997 allá no había mucho trabajo, estaba solo y volví porque había mucho trabajo en la Argentina -recuerda-. Trabajé en una constructora de Munro. Hicimos el Vea de la avenida Roca, luego obras en Pergamino y en Pilar. Gané una oposición en una cátedra en una universidad de la provincia de Buenos Aires. Luego vinieron tres años en la empresa ENE-I, que hacía la auditoría de Aguas Argentinas. Viene la crisis de De la Rúa, y empecé a tirar líneas en España. Era complicadísimo conseguir contrato de trabajo sin pasaporte comunitario. Tuve que encontrar un resquicio en la ley, y entré como gerente de una empresa grande".

Situación crítica

"Al principio mi mujer no se fue conmigo. Ella es abogada y trabajaba en un estudio; fue a España cuando ya tenía trabajo en firme. Allá nació mi primera hija, fui creciendo en la empresa; me fui a otra y a otra; luego me llamaron de otra que a mí me gustaba mucho y estuve allí tres años. La última en la que estuve trabajando es una ingeniería pequeña de un grupo francés", cuenta.

Según Brandán las cosas se pusieron críticas. "Yo había dejado la parte técnica y empecé a trabajar como gestor de proyectos, una tarea que va asociada a objetivos. Y si los objetivos no se dan las cosas se empiezan a complicar. El sector nuestro lleva ya tres años en declive. En 2006 había un volumen de ingeniería, y ahora hay tres veces ese volumen. Entonces los contratistas se van a Australia, Nueva Zelanda, EEUU o México. Precisamente en Tucumán, a la depuradora de San Felipe la está haciendo una constructora española Isolux Corsan", relata.

El ingeniero está en vacaciones pagas ya que a fines de diciembre entró en el paro (está desempleado). Ahora, cuando vuelva a España tendrá que gestionar el seguro de desempleo.

Quería irse

"Mi mujer trabaja media jornada, por las niñas (una de cuatro y una de tres). Sé que si me hubiese quedado aquí tan mal no me hubiese ido, pero yo siempre había tenido la idea de irme. No lo voy a negar -reflexiona-. De hecho no hubiese buscado becas, pese a que mi familia es criolla. No tuve el abuelo que me contara la historia de su pueblo".

Brandán ha llegado a ganar en España un bruto anual de 65.000 euros más bonos. "Un buen salario que te permite vivir tranquilamente -explica-; alquilamos un piso amplio en un barrio de zona Norte, Montecarmelo, en Madrid. Nunca pudimos acceder a una hipoteca, y eso que tuvimos aprobado dos veces el crédito, pero no quisimos, porque mantener una hipoteca en paro es complicado. Le ves las orejas al lobo ya hace tiempo, la vas peleando pero la sigues. Llevo cinco años en un mismo nivel de salario, y de trabajo, que me han costado mucho porque lo he peleado hasta llegar a ese punto".

No les sobra

Respecto de su panorama actual, Brandán no descarta nada. "No te podés cerrar, ya me he acostumbrado a vivir como vivo. No me sobra pero tampoco me falta. Da para los gastos. No nos vamos de viaje lejos, sólo a 300 km o una venida a Argentina por año. ¡Ah! y nunca me discriminaron. Allá todo el mundo sabe que soy argentino, pero nadie me señala. Me conocen porque me he metido en los ámbitos universitarios: ahora estoy haciendo el doctorado en la Politécnica. Si fuese por mi mujer ya estaríamos aquí. Ella es de Pergamino, tenía un estudio, no le iba mal y dejó todo por irse conmigo. Allá ser abogado es complicado", señala.

Y concluye: "quisiera poder continuar haciendo lo que hacía, porque me gusta y no lo hago mal, aquí o allá. Me muevo bien en la gestión de negociar, de pelear. Y pienso que el título es una herramienta para abrirte puertas, no me cierro a nada. Si hay otra cosa que me pueda hacer igual de feliz y que me permita mantener a mis hijas, no me cierro. Aquí hay muchísimo por hacer pero hay que remar".